jueves, diciembre 20, 2012

I




Era día. No. Era noche, ¿o era tarde? Tenía que ser de noche, no tan noche pero si.... noche. Ya empezaba a delirar.
Estaba harta de estar rodeada de cuatro paredes, se estaba desquiciando tras cada que pasaba ahí dentro.

No era su culpa y tampoco su gusto de estar ahí.
Encerrada por una semana... ¿delito? haber golpeado a un viejecito por intentar manosearla, pero si había sentido hasta el anillo de su dedo anular. Carajo, hoy en día la «justicia»  encerraba a cualquier persona. Podría imaginarse los titulares en días futuros, "niño de seis años tras las rejas por alterar el orden público", si... y el chamaquito solo había llorado.

Miró hacia la celda de enfrente, no había nadie, era la única que estaba en esa mazmorra.  Por el amor eterno de las galletas marías, era época navideña, ¿por qué no la liberaban como regalo de navidad?

Quería comida o una triste cobija, cualquiera de los dos le serviría; solo le daban un mísero vaso con agua y cuatro galletas, en todo el día.... ¡cuatro galletas!

Eso no era malo, había algo que no lograba comprender, la canción de Madonna «Music», resonaba en su mente una y otra vez; estaba segura de haberla oído en el centro comercial en el que se encontraba cuando apareció ese horrible y asqueroso y.... maldito viejecito.


Hey Mr. DJ put a record on I wanna dance with my baby
And when the music starts
I never wanna stop, it's gonna drive me crazy.

Music, music
Music makes the people come together
Music mix the bourgeoisie and the rebel.



El sonido de unas llaves empezó a escucharse de pronto. No se inmutó, algunos oficiales solo iban a burlarse de ella y a decirle, con saña, cuantas horas le restaban.   

–Hey, te estoy hablando - entorno los ojos hacia la figura, – ¿Hm?
–Eres libres, el jefe quiere soltarte, dice que como ya va a ser Navidad, hay que ser buenos y... tú eres la única que esta aquí.  – Sonrió, no le importaba quien era el jefe pero sí que le estaba muy agradecida.

Seria libre, santo cielo, de seguro así se sentía un preso tras cumplir su condena, extasiado.

.Miau.

El clima la estaba golpeando duro, quería cuanto antes encontrar un refugio, tenía miedo de quedarse varada. Una caja de cartón o un bote de basura, no le importaba, solo querían algo que la protegiera del viento helado.

Miró hacia atrás, uno, dos, tres, cuatro, cinco; todos seguían en pie, solo le alentaba a seguir.

Por el rabillo del ojo derecho vio un callejón, sintió un nudo en el estomago, la emoción la cubrió como un tsunami a una casa, inesperada y rápidamente.

Cuidando que ningún vehículo transitara caminó a paso veloz, siempre volteando para ver si venían los cinco.

Se detuvo al llegar a la esquina, entrecerró los ojos... vacio, callejón limpio. Perfecto.

Un gran bote rojo de basura llamó su atención más cuando éste tenía unas cajas en la tapa. Las tomó cuidando de no dañar a nadie.

Hoy tuvo suerte más solo esperaba que el día de mañana encontrara comida.

.Miau.

Jolines, cuatro cuadras y todos los callejones estaban llenos de vagabundos, según ellos, ya no cabía nadie más, como si su cuerpo ocupara tanto espacio. Bufó molesta.

A los lejos vio un gato blanco. Sin pensarlo, se dirigió hacia donde el se dirigía. Sonrió con ternura al encontrar una familia de gatitos arropados por una caja, bueno, les haría compañía.

Se acomodó al lado de unas bolsas de basura, lejos de los pequeños para no incomodarlos.  Levanto la vista, el cielo era de color gris tal como el color del callejón donde estaba; nevaría en las montañas, le dijeron las nubes.  Recargo su cabeza contra la pared y miró hacia la caja, unas orbes azules resplandecían intensamente.

"Es gata, no gato", fue lo último en lo que pensó antes de cerrar los ojos por completo.






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